Las Guerras como Ritual
A continuación, les presento la séptima entrega de esta serie titulada “El Sistema de Control: Revelando la Realidad Oculta”. En esta ocasión abordaremos un tema que, aunque doloroso y difícil de mirar de frente, es necesario comprender: las guerras como rituales de poder y control.
Lo que hoy presenciamos en el conflicto entre Palestina e Israel no es un hecho aislado, sino un reflejo de un patrón milenario: la violencia organizada como herramienta de manipulación energética, social y política.
La guerra como negocio
La narrativa oficial nos presenta las guerras como luchas por territorio, recursos o ideologías. Sin embargo, en el trasfondo, la guerra es también una industria multimillonaria que alimenta a corporaciones de armas, bancos y élites financieras.
Cada bomba lanzada, cada reconstrucción de ciudades devastadas, cada préstamo internacional para financiar armamento, se convierte en parte de una cadena que enriquece a los mismos grupos de poder que, paradójicamente, promueven los discursos de paz.
La guerra como ritual energético
Más allá del plano material, la guerra opera en el campo energético y espiritual. El sufrimiento humano, el miedo colectivo, la desesperación y la pérdida generan una vibración densa que es aprovechada como alimento por entidades y estructuras que se nutren de la baja frecuencia emocional.
La sangre derramada y el dolor masivo no son solo “efectos colaterales”, sino parte del ritual de control. Al mantener a la humanidad vibrando en miedo, odio o desesperanza, se bloquea su capacidad de recordar su esencia divina y de vivir en paz interior.
Polarización y manipulación de la narrativa
En todo conflicto bélico, los medios de comunicación y los gobiernos se encargan de dividir la opinión pública en bandos irreconciliables: buenos y malos, víctimas y victimarios. De este modo, mientras discutimos en la superficie sobre qué lado es “el correcto”, olvidamos observar quiénes realmente se benefician de esa división.
La polarización es el verdadero combustible de la guerra. Y en este juego, la población civil siempre es la más afectada, sin importar las banderas.
El sacrificio humano moderno
En las culturas antiguas, los sacrificios humanos eran rituales ofrecidos a los dioses. Hoy, las guerras cumplen un papel similar, aunque más sofisticado y oculto: millones de vidas humanas son entregadas en un altar invisible donde lo que se ofrenda es energía vital colectiva.
Cada generación que crece en medio de la violencia hereda traumas, odios y heridas que perpetúan el ciclo, garantizando que el ritual se repita una y otra vez.
¿Cómo romper este ciclo?
El cambio no vendrá de los gobiernos ni de los acuerdos firmados por las élites. El verdadero corte al ciclo bélico se da en la conciencia individual y colectiva:
Rechazando la manipulación emocional de los medios.
Comprendiendo que ningún pueblo es el enemigo, que todos somos víctimas de una maquinaria de división.
Sanando nuestras propias heridas de odio, resentimiento y venganza.
Elevando la vibración a través de la compasión, la oración, la meditación y la acción consciente.
Las guerras son mucho más que enfrentamientos militares: son rituales cuidadosamente diseñados para sostener un sistema de control que se alimenta del miedo y del dolor humano.
Reconocer esta realidad no significa vivir en desesperanza, sino todo lo contrario: significa recuperar el poder. Porque una vez que comprendemos la dimensión espiritual del conflicto, podemos dejar de ser piezas en el tablero y comenzar a actuar desde la consciencia.
La verdadera revolución es elevar nuestra frecuencia en medio del caos. Y quizás, cuando suficientes seres despierten, la humanidad entera recordará que no necesita más sacrificios ni más rituales de sangre, porque el único poder real es el amor que somos.